Los "burritos de Jesús y de la gente"
Estamos muy próximos al inicio del año de acción de gracias por el 75° aniversario
de la llegada de Don Orione y sus hijos al Chaco. Es por ello que les propongo
la lectura de unos breves pasajes epistolares. Estos fragmentos nos transportan
a aquellos momentos en los que Don Orione decidía esta presencia en tierras
lejanas.
Poco tiempo restaba a Don Orione. Pronto dejaría se segunda
patria, la Argentina, y regresaría a Italia. Había mucho por hacer. Por todos
lados se multiplicaban los pedidos; las fuerzas escaseaban. Crecía la fuerza
del amor: llegar a todos ¿pero cómo hacer?
Nuestro Fundador, abrió su corazón escribiendo a una bienhechora, comentándole acerca de la apertura de la nueva casa; a ella Don
Orione le decía que en Sáenz Peña,
[...] antes de que llegásemos nosotros, había
un viejo Franciscano, de más de 70 años; que pasaba por allí una o dos veces al
mes. En el Chaco, hace mucho calor y nadie quiería ir, de de allí que, a falta
de caballos, trotan los burros. ¡Ah si! Nosotros queremos ser los burritos de
la Divina Providencia. ¿Acaso Jesús no prefirió entrar en Jerusalen montado en
un burrito? Sí; sí: nosotros seremos felices, si somos los burritos de Jesús,
del Papa, de los Obispos y de las almas!
Mientras tanto, el 4 de febrero de 1937, la decisión ya
había sido tomada: el p. Enrique Contardi era ya nuevo párroco de Sáenz Peña.
En efecto, así surge de una comunicación hecha al p. José Dutto por Don Orione,
en vía reservada; ¿los motivos de tal secreto? el interesado se encontraba
misionando en la zona sur de la Pcia. de Santa Fe. Efectivamente, el p. Enrique
solía pasar un período bastante prolongado en el pueblo de Elortondo (Pcia. De
Santa Fe) siendo huésped de la Sra. Dolores Anchorena de Elortondo, quien a su
vez, era la Presidenta de la Sociedad de Damas Vicentinas.
Don Orione, escribe entonces al p. Enrique, anunciándole la
nueva designación y el consecuente traslado. La carta, fue escrita el 6 de febrero
de 1937. Después de colocar la fecha, Luis Orione, recuerda que en tal día, se
cumplía el 15° aniversario de la llegada a la Argentina. Seguramente, la
intención era la de indicar, el tiempo propicio para retomar el espíritu de
aquellos inicios misioneros. Hacían ya quince años que el p. Enrique había
dejado su Italia natal. El vino a la Argentina, formando el grupo de los
primeros misioneros orionitas. Era hora de partir nuevamente. Don Orione, sin
más prólogo que un breve saludo, entra rápidamente en el argumento:
[…] Con la única intención, no sólo de adherir,
sino también de cumplir, en mí y en nuestra pequeña Congregación, aquellas
disposiciones emanadas de la Santa Sede; con todo el corazón, [...] he
dispuesto el cambio de numerosos superiores de casas [...]. Sabiendo de tu
deseo ser verdadero misionero, te he destinado al “Chaco”, y más
concretamente, a Sáenz Peña. [..] es una ciudad en el interior. [...]
Allí hay escuelas, cines, casas de juego y de mal, muchos templos protestantes,
la Sinagoga, pero no hay, ni sacerdotes ni templo católico: solo una piecita
hace de capilla, pero sin sacerdote. ¡Éste es tu campo de trabajo
apostólico! [...] allí encontrarás una gran industria del algodón; hay riqueza
material, pero una gran miseria moral. Allí te envío en el Nombre de
Dios, ¡y allá, te espera el Señor! [...] Enviándote al Chaco hago en tí un gran
acto de confianza y de estima: allá deberás hacer todo: Iglesia,
Instituto, etc.
A renglón seguido, el Fundador, cierra la carta invocando
sobre Contardi la más grande de las bendiciones, volviendo a dar nuevas
instrucciones prácticas y subrayando la urgencia de estar allá antes del 1° de
marzo. ¿La causa? La celebración del 25° aniversario de la fundación de la
ciudad. La palabra misionero, usada en la carta para caracterizar esta
nueva presencia, era la más apta. Y, para que no quedasen dudas respecto a este
nuevo horizonte, agrega: “te dejaré mi crucifijo y el Evangelio”.
Se trataba precisamente, no solamente de una nueva actividad, son de hacer
crecer la Iglesia. Sabiendo que su enviado, se encontraría con muchas
dificultades, trata de tranquilizarlo prometiéndole: “te mandaré un hermano,
y en cuanto pueda también un buen sacerdote que te ayude”. Pero la recomendación,
se vuelve insistente: “tienes que ir enseguida”.
(extractado del libro "Donde no corren los caballos...")
Cifrar la felicidad en el servicio a los más alejados,
es para
nosotros, el corazón de la verdadera misión.
Queremos llevar a Jesús, ofreciéndolo con nuestras vidas.
No hacen faltan muchas cosas; es más, por lo general éstas
entorpecen nuestra marcha.
Quiera el Señor que nuestra alegría, sean sus alegrías.
Quiera Jesús renovar, en este aniversario, ese espíritu
pionero y misionero, en cada frontera que debamos abatir,
en todo corazón que
encontremos para abrazar.
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