No con la mitra y el báculo episcopal
El día que a Don Orione
le ofrecieron una diócesis en Argentina
Ir al Chaco supuso, para la
Congregación, un honor y servicio mayores. Tal ofrecimiento había llegado de la
mano del Nuncio apostólico Mons. José Fietta. Los deseos de Luis Orione de
servir a la Iglesia siempre fueron grandes, auténticos. Las fuerzas, medidas en
el personal disponible, no lo eran tanto; o probablemente, mirando el hecho a
la distancia, eran tiempos no maduros para llevarlo a cabo. Lo cierto es que
ante tal promesa, Don Orione no quiso decidir solo. Habrá consultado a los pp.
José Zanocchi, César Di Salvatore y José Dutto; eran hombres de su absoluta
confianza. No tenemos documentos que prueben si llegó a examinar el asunto con
los dos primeros. Pero sí con el p. José Dutto. ¿De qué se trataba todo esto?
Él mismo nos lo dice al describir la humildad de Don Orione y su capacidad de escuchar
a otros. En el relato el p. Dutto testimonió:
[...]
recuerdo un día, encontrándome en el coche con él, [Don
Orione]
me confió que, el Nuncio [Mons. José Fietta] y el
Presidente
de la República [Agustín P. Justo], le ofrecían el cuidado
espiritual
de todo el Chaco argentino, convirtiéndolo en
una
Prelatura, con la condición que destinase al menos doce
sacerdotes...
En su humildad, me pedía una opinión sobre el
tema.
Después de una breve reflexión, sobre la grave responsabilidad
que
tal aceptación comportaba para la Congregación, le
respondí:
“me parece un excesivo compromiso para nosotros,
dado
el número limitado de personal que tenemos a disposición.
¡Nondum
matura est!” Agregué. Y Don Orione comentó: “¡tienes
El Nuncio le ofrecía que se
hiciera cargo de una Prelatura, que se crearía abrazando el territorio del
Chaco. Pero Don Orione carecía de personal suficiente. Recordadas son las
palabras escritas al p. Julio Cremaschi, cuando rechazando otros pedidos de
apertura de casas, escribió el 13 de diciembre de 1921: “quería abrir algunas casas
en Chile y en Bolivia, pero soy soy un general al que le faltan soldados”. Y para el Chaco,
también, le faltaban brazos.
¡Nondum matura est! La frase de la zorra que
miraba las uvas, tomada de la famosa fábula atribuida a Esopo, lo decía todo.
La Congregación en
Argentina no estaba consolidada y necesitaba tiempo para alcanzar su madurez.
El ofrecimiento de la prelatura no era viable. Y entonces, la dura realidad de
la falta de personal, terminó imponiéndose a las esperanzas de acompañar, en el
modo ofrecido, la fe de los pobladores del Chaco. Eso sí: consiguió
posteriormente enviar a los primeros misioneros. La pequeña comunidad orionita
en la parroquia San Roque ¡un vasto territorio de más de 25.000 km2!, crecerá fecundada por la
gracia del Evangelio y el amor a los pobres de la Iglesia.
De la correspondencia
postal entre Don Orione y el p. José Zanocchi, sabemos que el p. José Dutto,
quien hacía las veces de administrador general de las comunidades orionitas,
viajó en aquel período al Chaco para interiorizarse del desarrollo de tales
actividades. Su visita tenía como finalidad alentar a la comunidad religiosa orionina.
Pero este viaje le reservaba algo inesperado. El contacto con la gente de esta
tierra lejana, como nunca antes lo había experimentado, le ensanchó su corazón;
y fue una experiencia que conservó para siempre. Ahora tocaba con sus manos las
necesidades de aquellos cristianos; habrá recordado aquella pregunta que el
Fundador le dirigiera consultándole sobre el ofrecimiento del Nuncio. Y también
su respuesta: ¡Nondum matura est! Pero el Señor, como a los discípulos que lo vieron conversando con la
mujer de Samaría, le decía: “levanta la mirada y mira los campos: ya están maduros para la siega” (cf. Jn 4,35). La pobreza de
medios, las necesidades sociales y la fe de aquellas gentes, hacían que todo
adquiriese una nueva dimensión. Al hecho humano de medir las fuerzas, que
siempre serán insuficientes en las cosas de Dios, el escenario revelaba el
poder de la Providencia. Ahora, la incapacidad para llevar adelante muchos y
grandes proyectos, dejaba lugar a lo más importante: el amor con el que se lo llevaría
a cabo. Pinceladas de su experiencia interior quedaron plasmadas en las líneas
que, días después, escribió a Don Orione:
Querido
Padre en Cristo Jesús, regresé ayer de la visita a
Itatí
y a Sáenz Peña. El viaje me abrió el corazón en el deseo
del
bien por las almas y por la Iglesia. La mente se eleva
por
encima de tantas pequeñeces de la vida y el corazón
Y fue así, en medio de tanta pobreza, que la iniciativa orionita creció
abrazando la condición de quienes serviría; no con la mitra y el báculo episcopal, sino con el amor de una vida completamente entregada en la misión.
(fragmento del libro "Y la caridad se hizo escuela" más info hacer clic aquí)
fe, esperanza y por sobre todo caridad , no se quedo mirando las uvas si no que fue por ellas , siempre cosechando almas para EL
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