En el mar de la caridad

anticipo

Ofrecemos un pequeño fragmento de lo que será nuestro próximo libro, sobre la vida de los religiosos de Don Orione, en la Escuela Sagrada Familia del Puerto de Mar del Plata.
 



17 marzo de 1925. Escuela de la Sagrada Familia. Puerto de Mar del Plata. Las últimas noticias que el p. José Montagna ha recibido desde Italia, no han sido muy buenas. Su padre está muy enfermo. Se teme un pronto desenlace. Obligado por esto, se organiza su regreso a Italia. El p. José Dutto, es enviado a relevarlo. El lugar no le era desconocido. Poco tiempo atrás, había cumplido otro reemplazo: de unas pocas semanas. Suficientes para que su sencillez, encendiera nuevamente la chispa de la generosidad.

Una vez instalado en la comunidad, quedó al frente de la escuela. No quiso realizar nada, sin avisar de todo a Montagna. Los informes que le envió a Italia, no tienen desperdicio. No solo pintan la situación pastoral del Puerto, sino que la reflexión penetra más allá, hasta dar con el modo de vivir el carisma orionita: en estas latitudes y con esa gente. Hoy, esto se llama inculturación del carisma. Para su tiempo, esta actitud pastoral fue difícil de encontrar. Pero en lo personal, fue también paradójica: José Dutto, no se había formado en las casas de la Pequeña Obra. Sus estudios eclesiásticos, en efecto, los realizó en el seminario diocesano en Cuneo. Poco después, conoció a Don Orione; le pidió ser misionero. Lo era entonces en la Argentina: en el Puerto de Mar del Plata. Con los inmigrantes. pescadores echados de las playas del centro a la periferia; allá "en la otra Mar del Plata". Aquella, en la zona del puerto nuevo; y que para colmo de males, no había sido construido para ellos. Mucha era la miseria. Mucha más la bronca. Los chicos y jóvenes: también numerosos. La mayoría de ellos, en la calle. Sus padres no podían ocuparse de ellos. Una alternativa posible: ir a la escuela. A esa, abierta hacía muy poco; llevada adelante por los curas: La escuela de la Sagrada Familia. Era distinta esa escuela. Se educaba en la verdad; pero igualmente en el bien y en la justicia. Cosa extraña para anarquistas y socialistas.
 
 
Allí, José Dutto no necesitó mucho tiempo, para aferrar el sentido de la misión. Contemplando la acción pastoral, con fino ojo intuitivo, dio con el núcleo del carisma de la familia orionita: evangelizar a los pobres, con medios pobres, para alcanzar con ellos, una experiencia nueva de fraternidad y de comunión con Dios. Lo entendió enseguida: la Iglesia, de este acontecimiento, es una incipiente expresión histórica. Ciertamente limitada, pero al alcance de todos. Las notas distintivas del apostolado cristiano, en los párrafos del p. José, bosquejan el estilo propio de un orionita: estar entre los más humildes y desamparados. La fuerza de este compromiso, hunde sus raíces en una espiritualidad cristiana y popular, que alimenta la acción de la caridad; tan intensa que la masa se convierte en pueblo. El Pueblo de Dios. Esta visión, suponía una verdadera conversión de las estructuras ministeriales de la Iglesia de ese entonces. Algunas de ellas, habían olvidado el horizonte hacia quienes su Fundador las había dirigido. La replegada autorreferencialidad que vivían, les había ocultado el horizonte. Sin esa perspectiva, la vida de entrega personal hacia quien está desamparado de la Providencia de Dios, carecía de sentido. La  praxis de caridad, cercana a la gente, por el contrario, supo dar claridad a la mirada de José Dutto; y con ella, el corazón se descubrió sin fronteras: en el centro de sus acciones y atenciones, estaba Cristo y su Pueblo. Y esto fue tan raro –que con asombro y un poco de ironía– p. José Dutto lo describe como “un espectáculo nuevo en Argentina":
[…] el día de Pascua hicimos 140-145 comuniones. Unos 15 hombres también comulgaron. Para el Puerto ¿No es esto algo maravilloso? ¿Quién lo habría dicho un año atrás? Es verdaderamente consolador y se ve la mano de Dios; se diría casi que visiblemente, suscita en estas pobres familias y almas –que Ud. Bien conoce– un soplo divino de fe y de renovación cristiana, que poco a poco va progresando. Son familias enteras que se bautizan, son concubinos que arreglan su unión delante de Dios y de la Iglesia; son adultos que se mezclan con los chicos para hacer su primera Comunión, o vuelven a Dios después de años y años de indiferencia o cosas peores; mientras tanto muchos son los anarquistas, comunistas o bolcheviques… que en buena fe, empiezan a abrir los ojos y ver las cosas bajo otro punto de vista […]
Dios obra un bien inmenso por medio de los Hijos de la Divina Providencia en la humilde clase obrera… suscitando gran admiración de los grandes señores, que nos ayudan con generosidad y simpatía. Y bajo este punto de vista, la “Casa Sagrada Familia” del Puerto de Mar del Plata, se podría decir, humanamente hablando, que tiene una posición estratégica de primer orden; designación particular, también esta, de la Divina Providencia. Toda la “alta sociedad” argentina pasa el verano en Mar del Plata, y no pocos –entre ellos la misma hermana del actual Presidente de la República– vinieron a visitar nuestro humilde e incipiente colegio, admirando nuestra pobreza, nuestra simplicidad, nuestro sacrificio […] Y tal es la impresión que se llevan por este espectáculo –nuevo en Argentina– de curas tan populares […] que Dios se sirve de nuestra misma incapacidad y simplicidad para obrar el bien.
¡Oh cómo se ve aquí bien delineada y marcada la misión de nuestra pequeña, naciente Congregación en la sociedad actual, egoísta e hipócritamente artificial...!
Simplicidad, popularidad, trabajo y sacrificio. No faltan espíritus superficiales que querrán más apariencia, más ceremonias, más barniz […] pero los buenos admiran y saludan como providencial la nueva Congregación de la Divina Providencia. Y es así que Dios, guiando nuestros pasos, va preparando y disponiendo favorablemente hacia nosotros la clase pudiente y acaudalada, y nos va preparando los insignes bienhechores y sustentadores de nuestras obras del mañana.
En algunas congregaciones se admira la sabiduría, en otras la elocuencia, en otras la penitencia: en cambio, nuestro distintivo y nuestra gloria serán la simplicidad y el sacrificio. [...]
(fragmento de una carta de José Dutto enviada a José Montagna, 13.04.1925)


 

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