Soy una misión en esta tierra
Los padres
del 14° Capitulo general han delineado un horizonte muy inspirador: Los
religiosos de Don Orione, siendo siervos de Cristo y de los pobres, quieren
vivir la fidelidad y la profecía en diálogo con las periferias de la pobreza y
de la nueva evangelización. Y la novedad del estilo reside en actuar una
verdadera conversión misionera, de las personas y de las estructuras, en modo
de contribuir a la reforma eclesial que Papa Francisco sugiere a todos los
cristianos.
La persona
de Cristo, enviado por el Padre con la fuerza del Espíritu, marca el estilo de
la actividad misionera de la Iglesia. En efecto, la misión de Jesús estuvo
caracterizada por este deseo de salir de sí, yendo al encuentro de los hombres.
Jesús supo vivir una tal auto trascendencia que generó un espacio-tiempo para que
todos se encontraran con el Padre.
Mucho se ha dicho, y últimamente también escrito, acerca la capacidad del mensaje cristiano de cautivar y de atraer a las personas. El cristianismo no crece mediante una sofisticada campaña publicitaria o de difusión, sino por atracción. Algunas características manifiestan la diferencia, entonces, entre misión y proselitismo. En primer lugar, el auténtico misionero es una persona que ha descubierto su identidad en la relación con el Señor Jesús. Tan fuerte ha sido la experiencia de encuentro con Jesús que ha marcado para siempre su vida. Sin embargo esta identidad, nacida de la comunión, se alimenta y se vuelve más clara en el anuncio. Como afirma Papa Francisco, la espiritualidad del cristiano es una intimidad itinerante. Una amistad profunda del discípulo - misionero que se alimenta siguiendo a Jesús por los caminos de la historia. La comunión eclesial, en consecuencia es una comunión misionera. No plegada sobre sí misma sino abierta a la acción del Espíritu, para ofrecer a todos lo mejor de sí misma.
Por ello, la entrega que vive el discípulo de cuanto uno es, lleva al ofrecimiento sin temores de cuanto constituye el sentido de la propia existencia. Todo discípulo del Señor es al mismo tiempo una misión, es decir, el que sigue a Jesús es un discípulo – misionero. La misión es una pasión por Jesús pero también por su pueblo.
Quien vive la
fe con esta experiencia, logra abrirse sin miedo a otras culturas, a las más
variadas situaciones de la vida; sabe imprimir un espíritu de vida a todas las
estructuras; sabe servirse de ellas mientras éstas son útiles al anuncio del
evangelio. Por ello también está abierto a nuevas formas de evangelización. Y
hasta puede vivir a la intemperie, sin depender necesariamente de ellas. El
anuncio gozoso del evangelio solo necesita corazones y brazos prontos a amar a
quien más necesita.
Por otro
lado, quien vive esta intimidad itinerante se deja estimular por lo todo lo que
verdadero, bello y santo, y que se encuentra presente en todo hombre. Inspirado
por esta eucarística distribución del bien y de la verdad en los hombres de
todos los tiempos, el discípulo – misionero sabe encarnar nuevas formas de
testimoniar la caridad, porque ha adquirido una capacidad de lectura de los
signos de los tiempos, que lo lleva a una inaudita novedad: la del compromiso
por el bien de sus hermanos más pobres.
Con
libertad ofrece su testimonio creyente, en el compromiso por el bien de todos
los hombres. Este estilo marca el alcance universal del espíritu de caridad,
incluyendo a todos, sin dejar fuera a nadie. La experiencia de sentirse parte
integrante de este nuevo pueblo, lo vuelve consciente del señorío de Jesús, que
conduce su rebaño en medio de las vicisitudes del tiempo.
En nuestra
Congregación conocemos algunas iniciativas marcadas por personas que viven este
estilo de misión en salida. De entre muchas realidades, quisiéramos mencionar
tres: Casa Rainha da Paz in Campos do Jordão (Brasil), donde mediante la
oración, la fraternidad y el trabajo manual muchos toxico dependientes de
sustancias químicas, logran vivir con dignidad y restablecer sus vínculos
familiares y con la comunidad. La otra es el Day Care Center “Daya Nikentan” en
Gawribidanur (India) donde nuestros misioneros ayudan a la población
mayoritariamente hindú y musulmán, en todo lo que se refiere a la integración
de personas con deficiencias psíquicas y neurológicas, ayudando también los
chicos en edad escolar a sus actividades de apoyo escolar para evitar el
fracaso escolar. Finalmente el servicio de acogida a los refugiados iraquenos
en Zerqa (Jordania). Nuestra congregación se ha puesto a disposición de etas
personas en modo de ayudarlas y socorrerlas en esta situación de emergencia.
Estas
iniciativas van conformando un horizonte en el cual nuestra Congregación renueva
su identidad, convierte las estructuras que deben renovarse y alimenta el
permanente estado de conversión misionera de sus miembros.
La misión por lo tanto no es solo una actividad de
la Congregación en las fronteras, geográficas o de necesidad humana, sino la
experiencia de un cristianismo vivo que sale al encuentro del Señor en los
otros, que alimenta su identidad en la caridad; volviéndose en cada acción y
también en cada pasión, verdadera esposa de aquel que vino a amar a todos, sin
distinciones.
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