las profecías de Don Orione sobre la Argentina (2 de 3)
Continuamos con la segunda parte de un ensayo del recordado (+) P. Enzo Giustozzi sobre las profecías de Don Orione sobre la Argentina; él nos propone en estos momentos aproximarnos a la categoría bíblica de la profecía.
Reflexiones bíblico-doctrinales: ¿profecías o
predicciones?
+ P. Enzo Giustozzi fdp
Argentina
1.- “Profecía” no es lo mismo que “predición”, ni
adivinación infalible del futuro.
Empiezo así, porque mucha gente cree que profecía es lo
mismo que predicción; y la creencia vulgar es que lo único que importa es
precisamente la predicción, es decir el anuncio preciso de algo futuro y el
cumplimiento lo más preciso posible de ese anuncio.
En esa perspectiva [generalizada en el pasado, y todavía
presente], lo que importa [¡y encandila!] es la adivinación del futuro. Y así,
en estos tiempos que se ha dado en llamar “posmodernos”, se mezclan santos,
gurúes, videntes...: Don Orione, San Malaquías, Nostradamus, Parravicini[1].
2.- La profecía bíblica es, primero y ante todo, una
invitación a la conversión, un llamado de atención sobre el presente y para los
contemporáneos del profeta, no es primordialmente predicción del futuro, si
bien suele incluir alguna predicción como agregado, como para subrayar el
mensaje principal. Como dice la Pontificia Comisión Bíblica: “El primer
objetivo del profeta es dar a sus contemporáneos la capacidad de comprender los
acontecimientos de su tiempo desde la perspectiva de Dios”[2].
3.- Las predicciones -generalmente de desgracias y a corto
plazo- son siempre condicionadas y al servicio del mensaje de conversión:
"si Uds. no cambian, si no se convierten...". Es decir, que además de
no ser absolutas e inexorables, no son ni “fotográficas” ni “matemáticas”. Y
como diría Don Orione: “el triunfo final será de Dios; y Dios triunfará con
su infinita misericordia”.
Un documento de la Pontificia Comisión Bíblica, de 2001,
dice:
§ “La
noción de cumplimiento es una noción extremadamente compleja, que puede
fácilmente ser falseada, tanto si se insiste unilateralmente sobre la
continuidad como sobre la discontinuidad.
§ La fe
cristiana reconoce el cumplimiento en Cristo de las Escrituras y las esperanzas
de Israel, pero no entiende el cumplimiento como la simple realización de lo
que estaba escrito. Tal concepción sería reductora.
§ El
primer objetivo del profeta es dar a sus contemporáneos la capacidad de
comprender los acontecimientos de su tiempo desde la perspectiva de Dios.
Debemos pues renunciar a la insistencia excesiva, característica de cierta
apologética, sobre el valor de prueba atribuido al cumplimiento de las profecías.
Esta insistencia ha contribuido a volver más severo el juicio de los cristianos
sobre los judíos y su lectura del Antiguo Testamento: cuanto más evidente se
encuentra la referencia a Cristo en los textos veterotestamentarios, más se
considera inexcusable y obstinada la incredulidad de los judíos.
§
Sería equivocado considerar las profecías del Antiguo
Testamento como una especie de fotografías anticipadas de acontecimientos
futuros”.
4.- El lenguaje de los profetas bíblicos –lenguaje
“inspirado” por Dios- es lenguaje humano y refleja inevitablemente los
condicionamientos5 culturales de su época:
usa conocimientos, acontecimientos, instituciones, costumbres religiosas, y
profanas de su cultura, como punto de partida o comparación para comunicar
el mensaje que entiende transmitir en nombre de Dios.
Por ejemplo, la esperanza mesiánica se “construye” sobre el
perfil de la poderosa figura del Rey David; es por eso que, aún los apóstoles y
discípulos un minuto antes de la ascensión, salen preguntándole a Jesús: “Señor,
¿es ahora que vas a restaurar el Reino de Israel?”[3]
E inmediatamente antes, Lucas acababa de decir que “se
les apareció durante cuarenta días, hablándoles del Reino de Dios”.
¡Cuarenta días hablando del Reino de Dios, y le salen preguntando cuando
tomaban el gobierno, para volver a los buenos viejos tiempos de David y
Salomón! ¡Vaya si están condicionados por su propia cultura, tradición e
historia!
5. De ahí las re-lecturas o actualizaciones de la
Biblia en general, y de las profecías en particular, que hacen los autores de
los libros del Nuevo Testamento, inspirados por el Espíritu Santo, como
miembros de la Iglesia.
Por ejemplo, ¿esperaba Israel un Mesías sufriente? Para
nosotros, cristianos, el cuarto canto del “Siervo de Yavé”[4] es transparentemente una “profecía” mesiánica:
casi el “retrato” de la Pasión de Cristo. No es así en la tradición judía del
tiempo de Jesús, en la que es difícil encontrar la idea de un Mesías-Rey, derrotado
y sufriente. Todo apuntaba más bien a esperar a un Mesías-caudillo –como David–
restaurador, victorioso, que empuñara las armas –como los Macabeos–, encabezara
la rebelión contra el usurpador romano y restaurara el Reino de Israel, es
decir el Reino de Dios[5].
La hermosa escena de los discípulos de Emaús,
narrada por Lucas en el cap. 24, indica que también ellos habían esperado una
“restauración” histórica, teocrática, que naturalmente [¡naturalmente,
para nosotros!] no era lo que Jesús había venido a traer. Será a la luz de la
experiencia pascual, transformados interiormente por “la fuerza del Espíritu
Santo”[6]que
“comprenderán” quien era verdaderamente Jesús y qué clase de Reino era el Reino
que anunciaba y había inaugurado; no con la toma del poder, sino con la más
estrepitosa derrota –humanamente hablando–, la ignominiosa muerte en la cruz.
Hasta aquí la segunda nota. La próxima reflexionaremos sobre si Don Orione fue profeta, y en qué sentido podemos aplicar esta categoria y, si pronunció alguna profecía sobre la Argentina. Hasta la próxima!
[1] En el libro
anual “de predicciones astrológicas” de 1992, el inefable –y astuto- Horangel-
dedicaba dos buenas páginas a las “profecías-predicciones” de Don Orione.
[2] “El estudio
de los condicionamientos humanos de la palabra de Dios debe proseguir con
interés renovado incesantemente.” [PCB – La Interpretación de la Biblia en la
Iglesia, Roma 1993. N°8]
[3] Hech 1,6
[4] Isa 52, 13 –
53,12
[5] véase el
texto citado antes de Hech 1,6
[6] Hech 1,8
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