Santa semana de la mano de Jesús y don Orione 1 / 7
"A los pobres, los tendrán siempre con ustedes"
A lo largo de esta semana santa reflexionaremos la Palabra de Dios del día, acompañados de la mano de Luis Orione. Queremos caminar detrás del Señor como verdaderos discípulos suyos. Esta Pascua es también nuestra pascua.
Lunes Santo (Jn 12, 1-11)
Seis días antes de la Pascua, Jesús volvió a Betania, donde estaba Lázaro, al que había resucitado. Allí le prepararon una cena: Marta servía y Lázaro era uno de los comensales. María, tomando una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, ungió con él los pies de Jesús y los secó con sus cabellos. La casa se impregnó con la fragancia del perfume. Judas Iscariote, uno de sus discípulos, el que lo iba a entregar, dijo: «¿Por qué no se vendió este perfume en trescientos denarios para dárselos a los pobres?».
Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella. Jesús le respondió: «Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre».
Dijo esto, no porque se interesaba por los pobres, sino porque era ladrón y, como estaba encargado de la bolsa común, robaba lo que se ponía en ella. Jesús le respondió: «Déjala. Ella tenía reservado este perfume para el día de mi sepultura. A los pobres los tienen siempre con ustedes, pero a mí no me tendrán siempre».
No saber ver ni amar en el mundo, más que las almas de nuestros hermanos.
Almas de pequeños,
almas de pobres,
almas de pecadores,
almas de justos,
almas de extraviados,
almas de penitentes,
almas de rebeldes a la voluntad de Dios,
almas de rebeldes a la Santa Iglesia de Cristo,
almas de hijos perversos
almas de sacerdotes malvados y pérfidos,
almas agobiadas por el dolor,
almas blancas como palomas,
almas simples, puras, angelicales, de vírgenes,
almas hundidas en las tinieblas de los sentidos y en la baja bestialidad de la carne,
almas orgullosas del mal,
almas ávidas de poder y dinero,
almas llenas de sí, que no se ven más que a sí mismas,
almas perdidas que buscan un camino.
Almas dolientes que buscan un refugio o una palabra piadosa,
almas que aúllan su desesperación, su condenación
o almas embriagadas con la embriaguez de la verdad vivida:
Cristo las ama a todas,
Cristo murió por todas,
Cristo las quiere salvar a todas entre sus brazos y en su Corazón traspasado.
Nuestra vida, y nuestra Congregación entera, deben ser un cántico y un holocausto de fraternidad universal en Cristo.
Ver y sentir a Cristo en el hombre.
Debemos tener en nosotros la música profunda y altísima de la caridad.
Para nosotros, el punto central del universo es la Iglesia de Cristo y el centro del drama cristiano, es el alma.
Yo no siento más que una infinita, divina sinfonía de espíritus, palpitantes en torno a la Cruz, y la Cruz vierte para nosotros -gota a gota a través de los siglos-, la sangre divina derramada por todos.
Desde la Cruz Cristo clama: "¡Tengo sed!" Grito terrible de sed abrasadora, no de sed física sino grito de sed de almas; y es por esa sed de nuestras almas que Cristo muere.
[...]
La perfecta alegría no puede estar más que en la perfecta dedicación a Dios y a los hombres, a todos los hombres, a los más pobres, a los más deformes física y moralmente, a los más alejados, a los más culpables, a los más hostiles.
Colócame, Señor, en la boca del infierno, para que yo, por tu misericordia, la cierre.
Que mi secreto martirio por la salvación de las almas, de todas las almas, sea mi gloria y mi suprema bienaventuranza.
¡Amor a las almas, almas, almas! Escribiré mi vida con lágrimas y con sangre.
Estos apuntes, entre místicos y líricos, son del 25 de febrero de 1939, 13 meses antes de su muerte
"Ver y sentir a Cristo en el hombre". Hoy no
hace falta derramar perfume. Debemos derramar nuestras vidas en el servicio a
los demás. Alegrar la existencia de muchos que alrededor de nosotros sufren la
indiferencia; o que no son esperados por nadie, porque no tienen nada que dar a
cambio. Nuestra vida ganada por Cristo, es el perfume que gratuitamente inundará
la casa de nuestra humanidad; es la fragancia que permanece inalterable, como
el amor que alimenta la entrega cotidiana y su alegría.
GRACIAS POR COMPARTIR CON NOSOTROS, ESTOS ESCRITOS.MIRTHA
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