Semana Santa de la mano de Jesús y Don Orione 5 / 7

Sobre la tumba de un hombre se escribe, "aquí yace";
sobre la de Cristo: ¡ha resucitado!

¡Vengan a tomar agua, todos los sedientos, y el que no tenga dinero, venga también! Coman gratuitamente su ración de trigo, y sin pagar, tomen vino y leche.
¿Por qué gastan dinero en algo que no alimenta y sus ganancias, en algo que no sacia? Háganme caso, y comerán buena comida, se deleitarán con sabrosos manjares.
Presten atención y vengan a mí, escuchen bien y vivirán. Yo haré con ustedes una alianza eterna, obra de mi inquebrantable amor a David.
Yo lo he puesto como testigo para los pueblos, jefe y soberano de naciones.
Tú llamarás a una nación que no conocías, y una nación que no te conocía correrá hacia ti, a causa del Señor, tu Dios, y por el Santo de Israel, que te glorifica.
¡Busquen al Señor mientras se deja encontrar, llámenlo mientras está cerca!
 Que le malvado abandone su camino y el hombre perverso, sus pensamientos; que vuelva el Señor, y él le tendrá compasión, a nuestro Dios, que es generoso en perdonar.
 Porque los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos -oráculo del Señor-.
 Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes.
Así como la lluvia y la nieve descienden del cielo y no vuelven a él sin haber empapado la tierra, sin haberla fecundado y hecho germinar, para que dé la semilla al sembrador y el pan al que come,
así sucede con la palabra que sale de mi boca: ella no vuelve a mí estéril, sino que realiza todo lo que yo quiero y cumple la misión que yo le encomendé.
(Is 55, 1-11)




¡Cristo ha resucitado! Más está aún en medio de nosotros,
está siempre con nosotros
para enjugar toda lágrima y transformar a todos los dolores en amor.
Elevemos la mirada de la fe, oh hermanos:
aquí viene Cristo, vivo con los vivos,
 a darnos vida con su vida, en la efusión copiosa de la redención.
Él procede radiante, envuelto
en el gran manto de la misericordia y avanza amante y potente "coronado con la señal de la victoria".
Avanza al grito angustioso de los pueblos:
Cristo viene llevando sobre su corazón a la Iglesia,
y, en su mano, a las lágrimas y la sangre de los pobres: la causa de los afligidos,
de los oprimidos, de las viudas, de los huérfanos, de los humildes, de los abandonados.
Y detrás de Cristo se abren nuevos cielos:
¡es como la aurora del triunfo de Dios!
Son gentes nuevas, nuevas conquistas,
es todo un triunfo nunca visto de grande,
universal  caridad,
porque el último en vencer es Él, Cristo,
y Cristo vence en la caridad y en la misericordia.
El futuro le pertenece a Él, a Cristo, Rey invencible;
Verbo divino que regenera,
Camino de toda grandeza moral,
vida y manantial vivo de amor, de progreso,
de libertad y de paz.


Don Orione, Pascua de 1936

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